Creo que todo artista tiene una relacion intensa con su cuerpo. O al menos empecé a escribir poesía cuando me encontré con mi cuerpo, o encontré a mi cuerpo, quizá ambas opciones sean igualmente válidas. Suena extraño, lo sé. Para la mayoría, el cuerpo está en un lugar y la cabeza en otro, ambos se diferencian cabalmente y no queda lugar para dudas. Es cuando empiezas a dudar que todo cambia, que los cambios empiezan a sucederse. De pronto, la poesía se encarnó en mi cuerpo, tuvo por fin, un eje, un soporte real. Todo cobró cuerpo, la poesía era mi cuerpo, mi cuerpo era poesía. Dirán, seguro que exageras! Pero en este caso no miento. Estoy hablando, por supuesto, de una experiencia, y si algo sé, por la teoría y la práctica, es que la experiencia es de cada uno, intransferible, única, inabarcable. De todos modos, están las palabras encarnadas, imbuidas en mi cuerpo, listas para comportarse de un modo empático, para que alguien sienta la emoción primigenia de la poesía.
miércoles, 21 de julio de 2010
martes, 20 de julio de 2010
Delirios II
Mientras pienso en mi cuerpo, mi cuerpo se me adelanta y piensa por mí. De hecho, mi cuerpo no me necesita las más de las veces. Va solo y adelantado, siente los momentos antes de que sucedan. Termino dándome cuenta de que mi cuerpo soy yo cuando me dejo llevar. En ese instante entiendo por qué los delirantes siempre están más en su cuerpo que en su cabeza: tuvimos que representarnos tanto que al final lo verdadero quedó sofocado. Sin embargo el cuerpo, al que no le gusta ser acariciado a contrapelo, se termina rebelando, y surge más real que cualquiera de nuestros pensamientos. No digo que todo sea una ficción, pero hay algo en nuestro cuerpo más real que cualquier cosa que nos hayan hecho creer. Y sigo aquí, escuchándome...
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