martes, 20 de julio de 2010

Delirios II

Mientras pienso en mi cuerpo, mi cuerpo se me adelanta y piensa por mí. De hecho, mi cuerpo no me necesita las más de las veces. Va solo y adelantado, siente los momentos antes de que sucedan. Termino dándome cuenta de que mi cuerpo soy yo cuando me dejo llevar. En ese instante entiendo por qué los delirantes siempre están más en su cuerpo que en su cabeza: tuvimos que representarnos tanto que al final lo verdadero quedó sofocado. Sin embargo el cuerpo, al que no le gusta ser acariciado a contrapelo, se termina rebelando, y surge más real que cualquiera de nuestros pensamientos. No digo que todo sea una ficción, pero hay algo en nuestro cuerpo más real que cualquier cosa que nos hayan hecho creer. Y sigo aquí, escuchándome...

2 comentarios:

Antonio Misas dijo...

Es interesante. Ya no recuerdo un poema y un poeta que al hacerse mayor (yo era muy joven cuando lo lei) hablaba friamente en sus versos del cuerpo como prisión, como carcel de la mente, del deterioro físico a las puertas ya de la muerte, de lo pesadez que supone a la edad avanzada, del dolor que alberga, de lo inutil del cuerpo.
Aquí dejas otra visión del cuerpo, nos hablas de los delirantes. Yo la vez que más alejado he estado de mi cuerpo fue una vez, cuando eramos chavales, que nos tomamos unas pastillas que se llamaban Pallidan Berna, aquello si que fue un delirio.
Abrazos

Paula Einöder dijo...

Hola, Antonio, gracias por tus interesantes comentarios. Abrazo