viernes, 18 de abril de 2008
interludio V
Estoy dentro de mi caparazón. Afuera el viento no me deja salir. ¿Por qué debo salir de mi caparazón? ¿Por qué debo estar feliz todos los días? ¿Por qué tengo que cantar sólo de día? El poeta está más despierto a la luz de la luna que frente a los rayos del sol. Y no es ningún cliché tomado del Romanticismo. Me parece que durante el día hay demasiado ajetreo como para que los poemas atraviesen la barrera de la represión. Es en la noche cuando todos, vean sino a los animales nocturnos más pequeños, salimos de nuestros escondites y nos mostramos más verdaderos. Más verdaderamente horribles y más horriblemente verdaderos. En la noche todos los gatos son pardos. Es más fácil, ocultar al poeta en el día, y más fácil hacerlo surgir cuando baja el sol. Como el alcohol, la noche nos desinhibe y nos arrastra hasta lugares desconocidos. El lenguaje sucio y usado todo el tiempo sin la menor discriminación durante el día, se pule, se transforma y se ennoblece en la noche. Generalmente es a partir de las seis o siete de la tarde cuando siento que la energía llega a mis pulmones, respiro de nuevo y es en la madrugada, tres de la mañana pongamos, cuando mis ideas realmente vuelan. En fin, ya son las siete y media de la tarde. Los dejo. Quizás algún poema quiera venir a visitarme.
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