jueves, 24 de noviembre de 2011

Belvedere

Belvedere, de M.C. Escher


barco que flota sin agua
cubo imposible
veo el Belvedere sin mirar
la escalera va de afuera hacia adentro
el espacio no tiene ángulos rectos
el preso no podrá salir de su celda
cada naciente pide un río
caen las montañas para subir
tengo opaca la vista de tanta luz
los fierros derretidos
subo a la casa subterránea
se ve más alto en las profundidades
acumulo muchos rostros en el espejo
Narciso se ahoga en sus ojos
y el lago me surca con flores de Loto
encuentro muy sutil las alas sin pájaro
y el canto del mar sin notas
tengo toda el agua pero ningún recipiente
entonces inmutable allí estuvo
la casa admirada pero sin Miranda
el infeliz valiente mundo
rodea la casa
la memoria antes que el olvido
mientras tanto apagaré la luna
y buscaré el sol adentro del árbol
que me pertenece
para que busques lo que siempre encontraste
en el Belvedere posible y final

sábado, 19 de noviembre de 2011

Despropósitos

Recortes. No tengo el anzuelo. Estoy, digo, esto es la carnada. Pez se
escribe pero debo recortar las aletas. No quiero recortar. Prefiero
zambullirme en mi red sinforme. Yo también soy escritor. Aunque hoy no
tengo el anzuelo para pescar palabras, solo tengo escamas en mi
habitación. Pero tengo la carnada o la carne encarnada o la piel hecha un
tubo donde caigo sin salir. En este mar no existe una metáfora, es decir,
la metáfora se volvió libre de todo nexo y los peces pican a pesar de la
sin ilusión. Si alguien acerca su cámara hasta aquí verá que el ojo del pez
es un doble lente y que el recorrido de la escritura es igual. El mar no es
diferente de este letargo o insoportable pesadez. Dame mi anzuelo. Pez.
Debo pescar mi carnada. Está mal dicho. Pero la escritura también se
confunde y toma al pez de la cola. Por eso hoy caigo como un zeppelín de
fuego. Y las palabras salvan. Explico sin un fin. Solo quiero derramar un
poco de escamas en tu plato hondo. Porque el pez no puede sin sus ex-
camas, por eso.